AntonioBJ

MONUMENTO A LA BATALLA DE VILLALAR

Era una mañana luminosa, con un cielo azul profundo y un sol radiante que brillaba en el horizonte. Yo estaba sentado frente a mi ordenador, trazando la ruta de hoy para mi compañera de aventuras, Pepita (nombre en clave). Miré detenidamente el Google Earth y seleccioné un destino que siempre había querido visitar: Berceruelo. Le dije a Pepita que este era el lugar al que hoy íbamos a ir.
Ella miró la página de geocaching y la vi fruncir el ceño. Sabía que algo estaba mal. «¿Por qué vamos allí si no hay ningún caché?» preguntó. Miré de nuevo el mapa y me di cuenta de que tenía razón. No había ningún caché en Berceruelo.
De repente, me golpeó el hecho de que, desde que empezamos a hacer geocaching, habíamos limitado nuestro mundo a los lugares con cachés. Habíamos perdido la oportunidad de visitar muchos sitios hermosos por el simple hecho de no haber cachés.
Me quedé en silencio, contemplando mis pensamientos mientras Pepita me miraba desconcertada. Me di cuenta de que necesitábamos cambiar nuestra perspectiva. Teníamos que explorar nuestro mundo por el simple hecho de explorar, sin importar si había o no un caché en el camino.
«Vamos a Berceruelo, Pepita,» dije con una sonrisa. «Vamos a descubrir la belleza de ese lugar, con o sin caché.» Ella me miró con asombro y después de un momento, una sonrisa apareció en su rostro (después descubriría la razón de su sonrisa).
Así que comenzamos nuestro viaje a Berceruelo, sin la expectativa por mi parte de encontrar un caché, sino con la sana intención de disfrutar de lo que el lugar tenía para ofrecer. Y resultó que poco antes de llegar la Guardia Civil nos desvió, hoy 23/4/2023 era el día de los Comuneros y una larga fila de coches éramos redirigidos hacia la campa de Villalar.
De repente, una idea cruzó por mi mente. Recordé que habíamos resuelto un mystery cerca de un pequeño pueblo llamado Villalar de los Comuneros. Lo que es el destino. «Pepita, ¿qué te parece si nos desviamos un poco hacia Villalar?» pregunté con entusiasmo.
Ella asintió con una sonrisa, y rápidamente vimos que al final no íbamos a perder el día. A medida que nos acercábamos, sentí que la preocupación crecía en mi interior. ¿Conseguiríamos llegar hasta el cache? ¿O habríamos venido en vano?
Finalmente, llegamos a Villalar, Protección Civil nos dirigió hacia uno de los miles de huecos para aparcar que había, aparcamos y comenzamos a buscar el caché. Más de 2,5 kilómetros, miles de geomuggles, unas docenas de abanderados que se dirigían en nuestra misma dirección. Los adelantamos y a lo lejos vimos, como protegiendo el cache a la Benemérita. llegamos a las coordenadas y disimulando buscamos por todas partes, en los arbustos, en las rocas y en cualquier lugar donde pudiera estar oculto.
Comenzábamos a desanimarnos, cuando de repente, como si fuera una señal divina, apareció ante nuestros ojos un pequeño contenedor escondido bajo … (no doy más pistas). ¡Habíamos encontrado el caché después de todo!
Celebramos nuestro éxito con una carita sonriente más, sabiendo que habíamos descubierto un nuevo tesoro. Pero lo más importante, habíamos aprendido la lección más valiosa de todas: que la verdadera belleza de la vida radica en la exploración y la aventura, y que hay tesoros esperando ser descubiertos en cada rincón del mundo, incluso en los lugares que menos esperamos.
Lo de Berceruelo queda para otro día, tal vez la próxima vez que vayamos, alguno de sus 40 habitantes ha escondido un cache y por fin merezca la pena ser visitar el pueblo.
Nota: Autores: AntonioBJ y ChatGPT.

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